Durante la época de los Incas, el pueblo quechua elaboraba puentes colgantes, de fibras vegetales, para atravesar la accidentada geografía de la cordillera de Los Andes y así conectar unas comunidades con otras. Q´eswachaka es el último puente Inca “vivo” en la actualidad, que se renueva cada año para su conservación.
A tres horas y media de la ciudad de Cusco, en el distrito de Quehue y a una altitud de 3700 metros, se encuentra el puente de Q´eswachaka sobre el río Apurímac, el cual mide 29 metros de largo y 1.20 metros de ancho. Todos los años, durante la segunda semana de junio, las comunidades de Chaupibanda, Choccayhua, Huinchiri y Ccollana Quehue se reúnen para su renovación.
Este proceso comienza días antes, cuando los pobladores salen en busca de la q’oya, una resistente fibra vegetal utilizada para la construcción del puente. Una vez recolectada se deja secar un día, para luego ser golpeada con piedras y remojada para que endurezca. Terminado este proceso se elabora la q’iswa, que es la unión de varias q´oyas hasta formar una soga. En esta elaboración participan todos los miembros de la familia. Con las q’iswas preparadas queda todo listo para la renovación del puente, proceso que toma tres días y que incluye una serie de rituales y ofrendas a la Pachamama (madre tierra) y a los Apus (montañas).
Dentro de la religiosidad andina, la tierra y las montañas son consideradas como divinidades primordiales. Un paqo, intermediario de los Apus o sacerdote andino, es el encargado de pedir permiso a estos, en forma de ofrendas o pagos, antes de iniciar cualquier labor de importancia. Las comunidades creen que si no se realizan estas ofrendas pueden ocurrir accidentes o el puente puede quedar mal construido, al igual que piensan que la mujer da “mala suerte”, por lo que no puede estar presente ni en estos rituales ni durante la renovación. Las mujeres se quedan en la parte alta del río, elaborando más q’iswa para completar el tejido del puente. Los hombres son los únicos autorizados a estar presentes en la zona de trabajo.
En este caso, el paqo principal es Cayetano Ccanahuari, quien inicia la ceremonia con productos, como hojas de coca, maíz, garbanzos, cerveza, ente otros, que son puestos en una mesa ceremonial de piedra para ser ofrendados a la madre tierra.
Es así como la Pachamama y los Apus reciben estas ofrendas durante los tres días que dura la renovación.
Primer día
Después del pago a la tierra se da inicio a la renovación del puente, donde cada familia, de las diferentes comunidades, tiene la obligación de llevar una larga q’iswa que será entregada a las autoridades correspondientes, encargadas de registrar la participación de cada una de ellas, ya que en caso de no cumplir con esta labor la familia será sancionada. Una vez recibidas son extendidas en una carretera situada en la parte alta del río, para ser entrelazadas y así obtener unas sogas más gruesas, que serán las bases y pasamanos del puente. Al final del día las grandes sogas son llevadas a los extremos del puente y dejadas hasta el día siguiente.
Segundo día
El segundo día comienza de nuevo con el pago a la Pachamama. A continuación, se reanudan los trabajos de reconstrucción. Un poblador atraviesa una larga q’iswa que servirá de guía para llevar los insumos de un extremo al otro, primero pasando las sogas para la base, que serán atadas a cada extremo del puente. Cuando la base del puente está colocada, se pasan las q´iswas que harán de pasamanos. Una vez que están colocadas en su posición es el momento de dejar caer el puente viejo. Todo este proceso está supervisado por el chakaruwaq o ingeniero andino, encargado de verificar la buena construcción del puente.
Tercer día
Con las bases y pasamanos colocados comienzan las labores del tercer día. El ingeniero andino junto a sus ayudantes, comienzan el tejido de los laterales del puente, unión del pasamanos a la base. Dos grupos, de tres personas cada uno, inician el trabajo en cada extremo y finalizan cuando se encuentran en la mitad del puente. Este proceso puede durar varias horas hasta su culminación. Mientras continúan con la construcción, en la parte alta del puente, los pobladores de la comunidad de Choccayhua se reúnen para confeccionar con hojas, ramas y q’iswa un tipo de alfombra que cubrirá el suelo del puente. También entregan unas ramas más largas llamadas “callapos” que servirán para darle más estabilidad. Al atardecer, una vez terminada la reconstrucción, las autoridades locales son los primeros en cruzar los 29 metros que separan las orillas del río, y de esta manera se da por finalizada la renovación del último puente Inca.
Cuarto día
El cuarto y último día, las comunidades se reúnen para celebrar la finalización del puente, donde comen, cantan y bailan desde el amanecer hasta al anochecer.
Esta obra de ingeniería se mantiene viva gracias al conocimiento heredado por sus ancestros, que se ha transmitido de generación en generación durante cientos de años.
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